Lo eterno

Uno no debería tomar la palabra sin la idea de inventarse una excusa nueva, sin la voluntad inquebrantable de abrirle un nuevo canal de vida. Mamá, sin embargo, nos había dado su palabra. Esa es de las pocas cosas que puedo recordar de mi infancia. Hay cosas que, cuando estás aprendiendo lo que es la vida, se forjan para siempre en la memoria:

“Mientras yo viva, nunca os dejaré solos”

Mamá ya no está. Las llamadas del hospital siguen un patrón desgarrador. Dicen que no la podemos ver, que el virus ha afectado, más si cabe, a su ya maltrecha memoria.

“Nunca os dejaré solos”

Sin embargo, sus palabras son parte de mi ser. Ella está dentro de mí, yo siempre le daré la vida.

Cómo dar cuerda a un reloj

Hubiera preferido la condena más cruenta a vivir sin la magia que desprendía su sonrisa cuando pasaba por su lado. “Coged las flores mientras podáis”, había leído en algún perdido y polvoriento libro de la biblioteca de su colegio. Sin embargo, pocos saben que las flores desprenden una cicatriz inmarcesible en todo aquel que haya osado a usarlas como regalo. Ojalá ella lea estas palabras. Ojalá ella fuera real. Ojalá ella supiera que él escribe ahora con los pétalos ensangrentados de su corazón esta frase: “¿Qué haría yo con tu vida, si algún día dieras cuerda a mis manos?”

Si

Si me dieran un instante para vivir
un último significado donde agarrar mis palabras
un regazo al peso ciego de la conciencia
en este acantilado interminable de morir torpemente,
Si pudiera poner mi corazón en un lugar seguro
y no en un cuenco de pavesas de cuanto vieron mis ojos,
si, vaciándome el estómago de imágenes,
pudiera borrar todo el daño salpicado
por querer ganarle a la vida
una vida que ya no era mía,
Si pudiera resucitar el niño
que mi orgullo de aceptación
mantiene en una habitación
a cadena perpétua de contar sus días,
Si todo fuera solo por y con amor,
si todo fuera, amor,
y ya no importara
el instante último al borde de la muerte,
la mirada quemada
buscando inaugurar un nuevo mundo,
el daño inocente que multiplica el miedo,
por fin sabría que la vida mereció la pena
porque tú estás a mi lado, y el instante,
la mirada, el dolor,
son este último segundo
que eternamente inventas,
cuando estás a mi lado.

«existen palabras que no cesan de existirse

entre tu boca y mi vida,

palabras que al despuntar del dolor

o las explicaciones, delimitan

y no nacen,

se astillan nudo dentro,

se tumban, violan, sentencian,

asestan corneas y se comban

recrudecen el corazón del niño

hasta el tuétano amarillento de soñar

haciéndolo añicos,

palabras que se asombran bajo la dermis

de un cielo súbitamente horadado

por las hormigas sin útero

palabras como si la noche en huesos viva

gemiese de pánico su pecho petrificado

redoblando uno por uno en sus goznes

los muertos vertidos y más

iracundamente desangelados

que se hubieran sorteado explicar

No son palabras amor,

no son germen ni estambre,

rayada luz desflorada de nervios,

No son puntal contra tu cuerpo,

ni tu cuerpo mismo un labio sin puntal

No son ni el mio

sacrófago de lenguaje,

Ábreme de amor verbalmente,

no dejes que en este punto”

palabras

Poema

Y si te leo, si te compro libros y te los devoro, no es por un absurdo placer intelectual -yo no te amo por un simple juego de espejos ref(v)erencial, yo no te tengo, no eres mi propiedad emocional- ni por un deseo de cubrirte de conocimientos o echarte a tragos de mi lado…

y si te leo, si te compro libros y te devoro, no es sino por una astucia inconsciente que recién ahora desnudo: el inocente amor por recrearte de palabras, por prenderlas en ti como si fueran vestidos de fiesta, por dejarme con ellos colgado de ti, y que yo sea esa breve brisa que te envuelva al alba, que te descubra el cuerpo de lunas, que te abrace nueva a cada mirada, y dejarlas aquí, en tu inconsciente y en duermevelas, como quien no quiere la cosa, como quien solo sabe dejarse la vida a través de ellas…

Y si te leo, si (te) doy la vida por recrearte con cada palabra es por la inexplicable alegría de poder amanecer juntos en todos los sueños, de poder encontrar a mi lado, en cada despertar, el maravilloso milagro de sentir que con tan solo mirarte el poema ya ha sido inventado.

IMG_20170208_120519_187.jpg

Canción

Amor, amor… Siénteme ahora, hablándote a vida abierta, con toda esta vida latiéndome entre los dedos, como si una enredadera naciera desde mi corazón brotando sus raíces para tí, a brazos inmemoriales, aquí, rastreando mi más arrullado ser en tu recuerdo, tan fuerte y decidido, tan libre e indefenso, de ti… siente con toda tu alma, mira cómo me muero de atardeceres, como de plumas, de esquinas y parques, de ganas inquebrantable, de iluminada ingenuidad, cómo de inefable belleza, de hojas y azar, de ascuas, cangrejos, clavijas y caballos, despertar de canciones, de paseo, marítimo, de sangre desbocada de besos, de serena algarabía, de libertad y de repente, cómo me muero, de amor, salpicando sentidos, con sereno desgarro, con ternura desnudez del pensamiento, me muero de ansiar vivir, de ansiar, vivir, vivir y vivir. Me muero por estar contigo, me muero por estar viviendo

a lágrima viva, día tras día, entregado de imágenes, alado de sentidos, pataleando grafías como un niño que solo supiera amar a garabatos, harapiento de sueños hormigueando por tu espalda, desordenado del cielo que ilunventas al pasar,  

mi amor, si me escucharas como yo a tí te deseo, como yo a tí quiero crearme y recrearme, todos los días de mi vida, y demorarme hecho infinitud por ti, hecho polvo, enamorado, y carcajeando acariciar tu cuerpo, calarte de retinas las aceras para que puedas cerrar los ojos al besar, y refugiarme cuando estemos juntos, despistados de juntos, refugiarme furtivo y cálido en un rinconcito de tu memoria, para siempre, mientras me sostienes el pelo y me obligas a no pensar, e irrumpen nubes tendidas ante tus ojos por el simple misterio meteorológico de estar llorando, a infimísimos centímetros de distancia, de felicidad, y te acerco una servilleta para que no te inunde la realidad, y me atas a tu muñeca con la inenarrable necesidad de compartir, te secas los ojos y derramas una historia “Había una vez un chico que conoció a una chica. El escribía historias y ella le inspiró para vivir la mejor historia jamás contada” y yo confío en que todo este ramaje de olas será verdad, que los hilos se mantendrán unidos a pesar de la tensión de kilómetros, confío en que entendamos que el amor es un ovillo con el que se juega entrelazadas las manos, cara a cara, y no una explicación, no una disputa de conceptos y orgullo cuando no se divisa el horizonte con los mismos ojos. Amor mío, espérame, no te canses nunca, no me escuches, no te hables, descorre cualquier palabra que diga de orgullo en la distancia… tan solo aprende a imagínarme, suéñame como cuando estamos juntos. Espérame con los ojos calados de recuerdo. Eso somos, ¿no lo ves? Gracias por existir.

IMG_20161230_190952.jpg